Sarah J. Maas
Las alas se abrieron y su pecho palpitó cuando las estrellas brillaron en sus ojos. Y allí estaba ese anhelo, debajo del deseo, debajo de la necesidad. Fue el anhelo en aquellos hermosos ojos lo que me hizo mirar las montañas tatuadas en sus rodillas. Las insignias de esta corte..., nuestra corte. La promesa de que él no se arrodillaba ante nadie ni nada, salvo su corona. Y ante mí. |