Heredera de fuego. Trono de Cristal III de Sarah J. Maas
Rowan la alcanzó, jadeando y sangrando. No lo deshonraría pidiéndole que huyera cuando extendió su palma sangrante, ofreciéndole su poder bruto para aprovecharlo ahora que estaba prácticamente vacía. Sabía que funcionaría. Lo había sospechado desde hacía algún tiempo. Eran carranam. Rowan había venido por ella. Sostuvo su mirada y tomó su propia daga para cortarse la palma, justo sobre la cicatriz que se había provocado en la tumba de Nehemia. Y aunque sabía que él podía leer las palabras en su rostro, dijo: -¿ Hasta cualquier fin? El asintió y unieron sus manos, sangre a sangre y alma a alma, y su otro brazo la abrazó para sostener la con fuerza. Con las manos unidas, le susurro al oído: -Yo te proclamó también, Aelin Galathynius. La ola de negrura impenetrable descendió rugiendo para devorarlos. pero esto no era el final… no era su final. Había sobrevivido a la pérdida, el dolor y la tortura; había sobrevivido a la esclavitud, el odio y a la desesperación; sobreviviría a esto también. Porque la suya no era una historia de oscuridad. Así que no sentía miedo de ese negro aplastante, no con el guerrero a su lado que la sostenía, no con el valor que le proporcionaba tener un verdadero amigo, un amigo que hacía que vivir, no fuera tan horrible después de todo, no si él estaba su lado. |