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Los raros de Rubén Darío
Nada existe de divino para el comedor de ideales; y si hace tabla rasa con los dioses de todos los cultos y con los mitos de todas las religiones, no por eso deja de decir a la Razón desvergüenzas, de abominar a la Naturaleza, montón de deyecciones, según él, y de reírse, tonante y burlón, del Progreso, para señalarse como precursor de un Cristo venidero cuya aparición saluda, el blasfemo, según confesión propia, cuando echó al mundo ese poema candente y escandaloso, instaurar a su modo una moral, una política y una cosmogonía materialista. (Sobre Jean Richepin)
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