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Los raros de Rubén Darío
¿Cuánto ha de haber sido la hiel que tuvo que devorar este ser exquisito, humillado por un origen del cual en días posteriores habría orgullosamente de gloriarse? Son esos primeros golpes los que empezaron a cincelar el pliegue amargo y sarcástico de sus labios. Desde muy temprano conoció las acechanzas del lobo racional. Por eso buscaba la comunicación con la naturaleza, tan sana y fortalecedora. “Odio, sobre todo y detesto este animal que se llama Hombre”, escribía Swift a Pope. Poe, a su vez, habla “de la mezquina amistad y de la fidelidad de polvillo de fruta […] del mero hombre”. (Sobre Edgar Allan Poe)
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