Múnich de Robert Harris
Levantó la tapa. Un cráneo negro de goma, un hocico metálico y las vidriosas cuencas sin ojos de una máscara de gas le devolvieron la mirada. Se echó hacia atrás. —He llevado a los niños a que se las prueben. Por lo visto tengo que ponérselas a ellos primero. Supone toda una prueba de devoción maternal, ¿no crees? —Encendió un cigarrillo—. ¿Puedo tomar una copa? Estoy sedienta. |