El Vaso De Sangre Y Otros Cuentos Decadentes De París de René Parra
Una tarde, se sentó a la cabecera de un joven soldado que estaba a punto de morir, que no vería el día siguiente, había dicho el doctor. Con la pálida frente sobre la almohada, los ojos cerrados y los labios lívidos, estaba guapo completamente blanco. Similar a un suave rostro de cera inerte y, sin embargo, vivo. Ella lo miraba enternecida, asustada también, dolorosamente hechizada. Por primera vez auténticamente triste, concebía por fin los amargos deleites de la piedad. Pensaba que era horrible morir tan joven, lejos de los suyos, de ese modo. |