El devorador de libros de Rebecca Makkai
Aun así, supe que no había nada que temer. Era lo bueno de los que se hacían favores mutuamente, y contrabando nocturno de cajas de zapatos ilícitas: que si tú no hacías preguntas, ellos tampoco te las hacían; y si alguna vez preguntaba por ti una persona uniformada, no dirían: “¡Dios mío! Pero ¿está bien? ¡Tengo un sobre con su última dirección!”, sino: “Nosotros no hablar bien inglés. No, no suena de nada joven mujer esta. No… ¿Cómo se dice? No conoce.”
|