El leve aliento de la verdad de Ramón Dóaz Eterovic
… había dejado de llover. El cielo estaba parcialmente despejado y la luz del sol parecía renovar los viejos colores de las casas y árboles del vecindario. A lo lejos, la Cordillera de los Andes daba la impresión de haber aumentado de volumen. Sus cumbres estaban cargadas de nieve y bastaba fijarse en cualquiera de ellas para pensar que el blanco era el color del infinito y de la soledad… (página 210)
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