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Cuando éramos ayer de Pilar Eyre
Carmen se sacudió incomoda, y de pronto ella sintió también el peso abrumador de los bolsillos llenos de piedras, como Virginia Woolf cuando se metió en el río. ¿Toda su vida sería así? ¿Ya no hay nada más? Viviría eternamente, y eternamente tendría que aguantar el hastío de estas cenas y estas personas... Ya se acercaban los camareros con los abrigos de pieles de las señoras en los brazos. Hay que elegir, Carmen, se dijo. Ser piedra o pájaro. Ser vela o antorcha |