Capital del dolor de Paul Éluard
La igualdad de los sexos Tus ojos han vuelto de un país arbitrario Donde nunca nadie supo lo que era una mirada Ni conoció la belleza de los ojos, belleza de piedras, De gotas de agua, de perlas escondidas. De piedras desnudas sin esqueleto, ¡’oh, estatua mía! El sol cegar te sirve de espejo Y si parece obedecer al poder de la tarde Es que mi cabeza está cerrada, ¡oh, estatua abatida! Por mi amor y mis trampas de salvaje. Mi inmóvil deseo es tu último apoyo Y te gano si lucha, ¡oh, imagen mía! Rendida a mi debilidad y presa entre mis lazos. |