El vagón de los huérfanos de Pam Jenoff
Más allá de las fotos hay colgado un cartel alargado y gastado de una mujer suspendida en el aire por cuerdas de seda enredadas en sus brazos, con una pierna estirada por detrás en un arabesco. Apenas reconozco su rostro y su cuerpo juveniles. En mi mente comienza a sonar la canción del tiovivo a lo lejos, como en una caja de música. Siento el calor abrasador de los focos, tan fuerte que casi me quemaba la piel. Sobre la exposición cuelga un trapecio volante, instalado como si flotara. Incluso ahora, mis piernas de casi noventa años ansían subirse ahí.
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