Me sorprende que una persona curtida en esto de comunicar como lo es Paloma Orozco, nos ofrezca en su primera novela histórica un inicio lleno de obstáculos. La cultura japonesa es bella por su lirismo, pero endemoniadamente compleja y acumular tanta terminología en aras de la ambientación, sin una explicación, sin duda, le hace la vida imposible al lector. El ahorro de palabras en un libro de casi 500 páginas no deja de ser paradójico. Es cierto que Orozco mantiene durante toda la obra una cadencia correcta y apetecible, pero la introducción de ciertos conceptos requieren de pausas entre uno y otro y no que se agolpen como en la salida de cualquier ciudad en hora punta. De lo contrario, se produce el atasco. Superada la densa niebla del principio, la novela fluye, pero con la sensación de haber perdido mucho tiempo en búsquedas e incluso de saltarte algún semáforo delante de la policía. Como a nuestras dos protagonistas les da por "renacer" y por tanto, cambiar de nombre, utilizaré el último sin dar más información al respecto. Ren, la hija del loto, es "encontrada" por el señor de Sakura en un bosque. La tomará en adopción y será puesta bajo la tutela de un cruel instructor que la convertirá en una insolente samurái. Haruki será su sombra. Una niña abandonada a su suerte y puesta al servicio de Ren para que absorva en sus carnes la mala fortuna destinada a su señora. El turbulento destino separará sus caminos y comenzará un viaje en busca de venganzas pendientes. La hija del loto es una novela que aúna la belleza y simbolismo nipón junto con toda su crueldad. Tampoco falta la fantasía que rodea a las creencias de la época y sus fantasmas. Una cruzada de redención y soledad cobijada en una dura, pero bella historia con algunos apuntes y personajes reales y una ambientación muy lograda. De entre los actores reales destaco a la viuda de estridente nombre Chiyona (si no hago el chiste reviento) mujer que reclutaba a niñas desarrapadas para convertirlas en guerreras y espías. Pese al incómodo comienzo y la falta en ocasiones de profundidad, la obra si goza de mucho lirismo en su prosa, de hecho Orozco parece más japonesa que madrileña. Sin embargo, y aunque las comparaciones son siempre odiosas, está a años luz de las novelas del maestro David B. Gil. Eso sí, le auguro un buen futuro a la autora en esto de las letras. Madera, tiene. + Leer más |