Un barroco de trinchera. Cartas (1977-1986) de Osvaldo Baigorria
Pero podría llegar a sugerir que tanto bajón me ha acostumbrado ya a esta llanura harto inundable, lejano ya de las efervescencias de antaño, tratando -renunciamientos de por medio- de encontrar lo poco bueno que aquí queda. La palabra bueno es una verdadera barbaridad, pero no me animo a reemplazarla por gozoso, por placentero, por simpático. Lo que noto es que lentamente voy elaborando el duelo.
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