Chicas de muerte y de furia de Natasha Ngan
¿Por qué la verdad dolía más que las mentiras? Suponía que era porque en las mentiras, al menos, había cierto consuelo. La verdad te obligaba a mirarte en el espejo, desnuda en todos los sentidos posibles de la palabra, y admitir que la persona que te devolvía la mirada era resultado de tus propias decisiones
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