Matt Haig
Había conocido tres tipos de silencio en sus relaciones. Había un silencio pasivo-agresivo, obviamente; estaba también ese silencio que dice “ya no tenemos nada que decirnos”; y, por fin, ese otro que Eduardo y ella parecían haber cultivado. El silencio del no necesitar hablar. Del estar juntos, del “ser juntos”. Ese mismo silencio que una guarda felizmente consigo misma.
|