Mary Shelley
¡Amor! ¿Qué tenía para amar? ¡Oh!, muchas cosas: estaba el claro de luna, y las rutilantes estrellas; las brisas y las lluvias refrescantes; estaba la tierra entera y el cielo que la cubre, todas aquellas encantadoras figuras que visitaban mi imaginación; todos los recuerdos de heroísmo y virtud. Sin embargo aquello era muy distinto de mi vida anterior, aunque como entonces me limitaba a la naturaleza y a los libros. En aquel entonces saltaba por los campos, muchas veces mi alma parecía cabalgar sobre los vientos, y mezclarse con el aire ambiental en alegre solidaridad. En aquel entonces si paseaba despacio me animaba con una dulce canción o con ensoñaciones todavía más dulces. Me parecía que de todo lo que veía surgía un bendito arrobamiento.
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