Mary Shelley
Y de nuevo besó sus ojos y sus labios, y se inclinó sobre su cuerpo inanimado en plena agonía, contemplando su semblante todavía adorable pese a los cambios, observando cada ligera convulsión y variación de color que indicaba que la vida todavía persistía aunque estaba a punto de morir. Por un momento volvió en sí y reconoció su voz; sus labios esbozaron una sonrisa, una última y adorable sonrisa. Pasó doce horas de vela a su lado y luego murió.
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