Agua y jabón de Marta D. Riezu
El jardín es la antítesis de la fábrica: no da dinero (de hecho, se lo come), consume espacio, energía y tiempo, y está sometido al azar. No es extraño que los románticos y los rebeldes -de acción, no de boquilla- se hayan refugiado en los jardines. Cuidar un trozo de tierra es una forma pura de nostalgia, un gesto de elegancia instintiva: se custodia algo que raramente perdurará. Donde hoy florecen rosales, romero y madreselva en unas décadas podría haber (horror) un Starbucks con patinetes en la puerta.
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