Los gatos salvajes de Kerguelen de Marta Barrio García-Agulló
No se grita a los que de verdad te han cabreado, sino al que pilla más a mano, al que puedes gruñir sin peligro. Se pagan las frustraciones con un maltrato sutil que va minando la vida del subordinado, quitándole primero el amor por su trabajo -si es que lo tenia-, luego las ganas de existir y por último la salud.
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