La filosofía del tocador - Colección Planeta Maldito de Marqués de Sade
La extravagancia del sistema deífico fue la fuente de todos estos groseros errores. Los imbéciles que creían en Dios, convencidos de que nosotros sólo recibíamos la existencia de él, y de que tan pronto como un embrión se hallaba maduro una pequeña alma, emanada de Dios, venía a animarla al punto, esos imbéciles, digo, debieron con toda certeza considerar como un crimen capital la destrucción de esa pequeña criatura porque, según ellos, no pertenecía ya a los hombres.
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