Los escritos irreverentes de Mark Twain
Si la vida no era un don valioso, la muerte en cambio sí lo era. La vida era un delirio febril de alegrías amargadas por la tristeza y placeres envenenados por el dolor. Más que un sueño era un turbulento ensueño de gozos espasmódicos y fugaces, éxtasis triunfales y exultaciones felices entremezcladas con interminables desdichas, padecimientos, amenazas, horrores, desengaños, fracasos, afrentas y angustias, es decir, la mayor maldición imaginable por el ingenio divino. Pero al muerte, ¡ay!, la muerte era dulce, apacible y cordial. La muerte aliviaba los espíritus lacerados y corazones rotos con el reposo y el olvido. La muerte era la gran aliada del humano. [...]
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