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El único hombre vivo de Mario Gómez Giménez
Era horrible el reventar los cráneos de personas para tratar de sobrevivir. Algo estremecedor que íbamos a recordar siempre y nos iba a atormentar toda la vida. Matar a personas con nuestras propias manos, empleando nuestra fuerza para ello. Pero, en el fondo de mí, había una satisfacción que comenzaba a emerger. En el fondo, me estaba gustado eso. Eran mis primeros indicios psicóticos. Respiré hondo para serenarme un poco del frenesí que estaba teniendo.
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