El oído absoluto de Marcelo Cohen
En la época que estoy contando se me hacía peliagudo entender cómo Campomanes podía vivir impávido en un mundo donde habían existido Lennon y McCartney o Edith Piaf, no digamos ya los hermanos Gershwin. Pero en esa voz de raso húmedo la gente encontraba algo perturbador; y es así que Lorelei supuraba canciones, incluso de los discípulos de Fulvio, por todos los orificios, y uno tenía la sensación de que le habían convertido la cabeza en un blanco móvil teleguiado por extraños propietarios.
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