Combray de Marcel Proust
Me parece muy razonable la creencia celta de que las almas de los que hemos perdido están cautivas en algún ser inferior, en un animal, un vegetal, una cosa inanimada, perdidas de hecho para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en que resulta que pasamos junto al árbol, entramos en posesión del objeto que constituye su cárcel. Entonces se estremecen, nos llaman, y tan pronto como las hemos reconocido, el encantamiento se rompe. Liberadas por nosotros, han vencido a la muerte y vuelven a vivir en nuestra compañía.
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