Trampas de seda de Mar Carrión
—¿Sabe lo que le digo? —Max aflojó el tono de voz, pero a ella le sonó mucho más peligrosa—. Que mi cupo de paciencia diaria acaba de llegar su límite. Max tomó la cara de Jodie entre las manos y la acercó a él hasta que su boca tomó posesión de la suya, cubriéndola por completo. Saboreó sus labios con avidez y, aunque ella no se mostró participativa, tampoco le impidió que accediera a su interior. Le acarició la lengua al tiempo que enlazaba los dedos entre los rubios cabellos, sujetándola contra él. El progresivo ritmo de su respiración le indicó que, aunque quería contenerse, no podía. —Sabes tan bien como imaginaba. Mucho mejor incluso. |