Romanticismo de Manuel Longares
Aquella mañana, en cuanto Arce partió en el descapotable con la camisa azul bajo el abrigo de piel, Pía quedó como electrocutada y ni bajó a la compra ni hojeó el periódico de Caty Labaig ni despertó a Virucha y Goreti ni quso la tila que le traía Wences, sino que se prendió del televisor con la mirada errática y la imaginación trepidante de las noches bélicas.
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