Siempre de Maggie Stiefvater
Se hizo el silencio; duró tanto que pensé que había colgado. —Sam, ¿sigues ahí? Él se rio. —No… no me podía creer que fueses tú de verdad —dijo con voz temblorosa—. Eres… No me podía creer que fueses tú de verdad. Pensé en cómo sería el reencuentro: aparcaría el coche y me abrazaría, y yo me sentiría segura y me engañaría pensando que no lo abandonaría nunca más. Lo deseaba con tantas fuerzas que sentí un pinchazo en el estómago. —¿Vendrás a recogerme? —¿Dónde estás? —En la Tienda de Aparejos de Ben. En Burntside. —Dios. Salgo enseguida. Llegaré en veinte minutos. Ya voy. —Te espero en el aparcamiento —repuse enjuagándome una lágrima que se me había escapado sin querer. —Grace… —dijo, y se calló. —Lo sé —contesté—. Yo también. |