Todos los días de M. C. Andrews
Aflojo despacio los dedos que tengo en su nuca y al retirar la mano, veo que él acerca su mejilla a mi palma. Ese gesto que Daniel hace de un modo completamente inconsciente me tranquiliza y reconforta. Suspiro aliviada a pesar del tumulto de emociones que bullen en mi interior. —Volveré dentro de dos horas. —De acuerdo. |