Juventud de cristal de Luis Mateo Díez
Lo mejor de todo era ir a la orilla más cercana del Margo, por el camino de las Encomiendas y los Varados, donde muchas noches fumábamos los últimos cigarrillos y vaciábamos la botella que hubiera subsistido, cuando ya nadie tenía ganas de volver a casa y, sin embargo, había que ceder a la desgracia de hacerlo, ya que la vida tenía entonces unos alicientes muy limitados.
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