Orlando furioso, tomo I de Ludovico Ariosto
Para que no dominen los varones, manda la ley que cada madre tenga uno solo y, si hay más, debe expulsarlo, venderlo, permutarlo o ahogarlo. Y los envían por diversas partes, mandando a quien los lleva que los cambie por hembras y, si no es posible el trueque, que al menos de vacío no regrese. |