Orlando furioso, tomo I de Ludovico Ariosto
Rodeaban aquel indigno carro viejas groseras, mozas deshonestas, que se alternaban como carreteras y con brutalidad lo motejaban. Los niños le causaban más tormento, pues además de insultos le lanzaban piedras que allí lo habrían desnucado de no haberlo impedido los más sabios. |