Orlando furioso, tomo I de Ludovico Ariosto
El escudo no para, aunque es de acero por fuera y es por dentro dura palma, el gran golpe, que saca por el vientre el alma desigual de aquel gran cuerpo. El caballo, pensando que debía cargar un día entero con tal peso, dio en su interior las gracias a Rinaldo, que evitó su sofoco y su cansancio. |