Jane Austen en la intimidad de Lucy Worsley
Sin embargo, aún peores si cabe que las dificultades materiales a las que se enfrentaban las solteronas —al menos en opinión de William Hayley— eran las mentales. «Las solteras de cierta edad deben experimentar un considerable resentimiento —opinaba—, motivado por el desengaño en relación con el gran objeto de las esperanzas femeninas.» El «gran objeto de las esperanzas femeninas» era, por supuesto, casarse y tener hijos. No todas poseían la entereza necesaria para restar importancia a esa enorme presión social. Una institutriz soltera, Nelly Weeton, contaba que «las solteronas son el hazmerreír de todo el mundo. Los niños les gastan bromas que son aplaudidas. Las niñas se burlan de ella y nadie las riñe. Pongo a Dios por testigo de que algún día escribiré un ensayo sobre la patética situación de las solteras entradas en años».
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