Ese chico de Kim Jones
Entonces: ¿es deseo o es amor? Deseo hay, eso seguro. El deseo intensifica el momento. Engrandece la experiencia. Crea una atracción sexual que conlleva unas relaciones sexuales que te dejan con unos andares de pato y, a la vez, con las ganas de volver a sentir que te penetra hasta el fondo. Pero el deseo también es algo que puedes sofocar. Algo que puede arrancarte una sonrisa si quieres recordarlo. O algo que puedes optar por olvidar. ¿Y amor? Entrégale tu corazón a alguien y te vas a arrepentir. Ya sea hoy, mañana o dentro de un siglo, tarde o temprano te toparás con el lado negativo. No hay nada bueno que no tenga repercusiones. Y por eso, precisamente, es tan poderoso. Si tuviera opción, optaría por el deseo. El problema es que no es tan sencillo. No es un examen tipo test. No puedo elegir. Es un honor reservado para mi corazón. Y el muy idiota no ha hecho más que tomar malas decisiones desde aquel día en que dio un vuelco al ver que Eddie Smith se desnudaba y se quedaba con solo una capa y unos calzoncillos de las Tortugas Ninja en mi fiesta de cumpleaños de los seis años. |