Reineta. La manzana dorada de Keiko Nagita
¿Cuántas veces había escuchado la voz de Seriozha pronunciando mi nombre? Esa voz triste, susurrada y tierna, casi saltarina. Sin embargo, cada vez que decía mi nombre, yo me daba la vuelta y le ignoraba. No debería gustarme nada de nada que un niño bielorruso me llamase «Mika-chan». Y, aun así, me alegraba tanto... Creo que Seriozha sabía cómo me sentía en realidad. Por eso nunca dejó de llamarme con esa voz tan suave y clara. Mika-cha... Cuando Seriozha pronunciaba así mi nombre, de repente me sentía como si fuera una de esas niñas guapas de buen corazón. En ese instante, no era yo, sino otra chica más amable. Una niña llamada «Mika-chan.» |