La casa de nuestra madre de Julian Gloag
Hubert parpadeó y recordó aquello de que lo que la señorita Deke o cualquier otro adulto llamaban “la verdad” no era sino lo que ellos querían escuchar.
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La casa de nuestra madre de Julian Gloag
Hubert parpadeó y recordó aquello de que lo que la señorita Deke o cualquier otro adulto llamaban “la verdad” no era sino lo que ellos querían escuchar.
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