Las diabólicas de Jules Barbey d'Aurevilly
Ni una sola mancha leonada salpicaba su piel de terciopelo negro, de negrura tan profunda y tan mate que al resbalar por ella la luz ni siquiera la lustraba sino quedaba absorbida
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Las diabólicas de Jules Barbey d'Aurevilly
Ni una sola mancha leonada salpicaba su piel de terciopelo negro, de negrura tan profunda y tan mate que al resbalar por ella la luz ni siquiera la lustraba sino quedaba absorbida
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