El libro vacío. Los años falsos de Josefina Vicens
En este momento comprendo perfectamente que una persona obsesionada por la necesidad de hacer algo determinado, y presa en las obligaciones de un empleo, de una familia, abandone todo para siempre. ¡Estoy tan harto, tan cansado de esta vida estúpida! No tengo tiempo ni calma para hacer nada distinto. Me vuelvo loco entre tantos días exactos, cortados como por un molde. Siento como si me arrancaran un pedazo de mí mismo cada vez que Rafael Acosta, que tiene sobre su escritorio un calendario de hojas movibles, desprende la correspondiente a la fecha. Un día más de trabajo; un día menos de vida. Mejor. A veces me dan ganas de morirme para no ver a mi compañero arrancar la hoja del calendario. Después pienso que aunque yo no lo vea, el acto se repetirá un día y otro y otro y que lo importante no soy yo, sino el acto mismo y el hecho de que exista siempre un hombre prisionero que lo ejecuta.
|