Montañeros, un engaño salvaje de José de la Rosa
—Quédate conmigo —la besó en la punta de la nariz—. Pasa la noche en mi cama. Déjame que te vea a la luz del amanecer. Ella tuvo ganas de llorar. —Rhett —gimió. —Deja que bese cada rincón de tu cuerpo. |