Galveias de José Luis Peixoto
El humo de los chimeneas se detuvo o, si continuó, mantuvo una línea imperturbable, sin sobresaltos. Hasta el viento, entretenido con el ruido de alisar las cosas, pareció contenerse. Ese silencio fue tan absoluto que suspendió la accion del mundo. Como sí el tiempo expirase, Galveias y el espacio compartieron la misma inmobilidad.
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