Noche de Navidad o El Wendigo de Javier Torras de Ugarte
(…) Lo que hacía allí no era frío, era algo mucho más poderoso y penetrante, un sentimiento atroz e inhumano con reminiscencias de tiempos pasados. El viento helado portaba consigo un aroma a rancio, a podrido y antiguo que se le metía por las fosas nasales y le paralizaba los pulmones.
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