El último dragón de Javier Ruescas
Aya no solo me enseñó a leer y a escribir. Me enseñó a soñar. Y me convenció de que podía llegar tan lejos como me plantease; que las cosas pueden cambiar. Eso es lo que deberían enseñar en las escuelas.
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El último dragón de Javier Ruescas
Aya no solo me enseñó a leer y a escribir. Me enseñó a soñar. Y me convenció de que podía llegar tan lejos como me plantease; que las cosas pueden cambiar. Eso es lo que deberían enseñar en las escuelas.
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