El último dragón de Javier Ruescas
Por eso las guerras más mortíferas se libraban en las bibliotecas; entre libros y estanterías, con una pluma como espada y la tinta como sangre. Pues aquel que desentrañara los laberínticos significados de las Poesías Reales lograría, tarde o temprano, hacerse con el poder de los reinos.
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