Violeta de Isabel Allende
Las autoridades entraron en la cueva cubiertos de pies a cabeza, con mascarillas y guantes de goma, y se tiraron 32 bolsas de plástico negro, mientras afuera los peregrinos cantaban las canciones revolucionarias que no se habían escuchado en años, pero no habían sido olvidadas. Necesitaba dar clausura a la incertidumbre; llevaban años buscando a sus desaparecidos, esperando que siguieran con vida y un día regresaran a sus hogares. Entre ellos estaba Facunda, torcida por la artritis, pero tan fuerte como siempre, acampando junto a los demás.
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