Violeta de Isabel Allende
Al ver ese joven vestido de geógrafo, lo confundí con uno de los forasteros que habían aparecido días antes por allí con la novedad de andar observando pájaros. Nadie les creyó, porque la idea de pasar horas en movil mirando al aire con binoculares para vislumbrar un jote de cabeza colorada y anotarlo en una libreta era del todo incomprensible. Tal vez andaban reconociendo el terreno para montar algún negocio de esos que solo se les ocurren a los gringos, dijeron los vecinos.
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