Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Estos tres hombres, pues, se decían: «Para constituir una sociedad basada en el secreto hay que hacer experimentos, y para hacer esos experimentos es preciso liberar a David Séchard. Pero si le liberamos, se nos escapará de las manos». Todos, además, tenían sus segundas intenciones; Petit-Claud se decía: «Una vez casado, estaré en paz con los Cointet, pero mientras tanto los tengo en un puño». Cointet el largo se decía: «Preferiría tener encerrado a David, así sería yo el amo». El viejo Séchard pensaba: «Si pago las deudas de mi hijo, me despedirá dándome las gracias». Ève, atacada, amenazada por el viñador con ser echada
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