Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Le voy a traducir en buen francés sus sentimientos —dijo el abogado con tono guasón—. Mire, papá Séchard, está usted celoso de su hijo. ¿Quiere oír la verdad? Ha puesto usted a David en la situación en que se encuentra al venderle su imprenta por el triple de su valor y le ha arruinado al obligarle a pagarle ese precio de usurero. No, no menee la cabeza; el periódico vendido a los Cointet, y cuyo precio usted se embolsó por entero, era lo único de valor de su imprenta… Y detesta usted a su hijo no sólo porque le ha despojado de todo, sino también porque ha hecho de él un hombre superior a usted. Finge que siente un gran cariño por su nieto para enmascarar la bancarrota sentimental que declara a su hijo y a su nuera, que le costarían dinero hic et nunc, mientras que su nieto sólo necesita de su cariño in extremis. Se muestra afectuoso con el pequeño sólo para aparentar que quiere a alguien de su familia y no ser tachado de insensible. Esto es lo que hay en el fondo de usted
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