Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
¿No es un alivio reconfortante descansar cada noche la cabeza en la almohada pudiéndose decir: «No he juzgado las obras ajenas, no he hecho mal a nadie; mi inteligencia no ha herido, como un puñal, el alma de ningún inocente; mis bromas no han destruido la felicidad de nadie, ni siquiera han perturbado la tontería satisfecha, ni han molestado injustamente al genio; he desdeñado las fáciles satisfacciones de la burla ingeniosa, en una palabra, no he traicionado en ningún momento mis convicciones»?
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