Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Lousteau acababa de favorecer sus pasiones; mientras que el Cenáculo, ese Mentor colectivo, parecía reprimirlas en favor de las virtudes enojosas y de los trabajos que Lucien comenzaba a encontrar inútiles. ¡Trabajar!, ¿no es esto la muerte para las almas sedientas de placeres? Por ello, ¡con qué facilidad los escritores se entregan al dolce far niente, a la buena mesa y a las delicias de la vida lujosa con actrices y mujeres fáciles!
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