Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac
Señor —dijo el autor de la obra a Lucien—, permítame decirle de parte suya a Coralie que se irá con ella después de cenar, o si no mi comedia se va al traste. La pobre chica ya no sabe ni lo que dice ni lo que se hace, y va a llorar cuando haya que reír y reír cuando haya que llorar. Ya la han silbado. Aún puede usted salvar la obra.
|